Tengo un amigo que está metido en estas faenas de los protocolos: de cómo han de entrar las autoridades en la sala, en qué orden, quien empieza a comer, qué turnos hay de palabras, que bandericas se ponen de fondo (y de qué tamaño, porque Belloch es aficionado a las megabanderas españolas), en fin, todo aquello que concierne a esas cosas necesarias para que los actos institucionales salgan bien.
Es el protocolo, que incluso fue desprestigiado durante bastante tiempo como sinónimo de paralización, rigidez y antinaturalidad. De hecho se alababa a los reyes cuando se "saltaban el protocolo".
Pero mira por dónde, hay una nueva acepción del PROTOCOLO. Ahora para todo hay un "protocolo". ¡Y ojo te lo saltes! Puede morir una persona, pero si has seguido el orden correcto el protocolo te ampara.
Antes eran normas, o guías, ... ahora se acepta la mencionada palabra, venga o no a cuento.
- Hay un incendio: sigamos el protocolo.
- Hay una catástrofe: sigamos el protocolo.
- Viene una gripe: lo mismo.
Los protocolos de actuación son unas buenas guías que debemos tener en cuenta, porque cuando vienen las desgracias repentinas no estamos para improvisar. De acuerdo,... pero sobre el protocolo sin duda habrá que improvisar, y además el protocolo no podrá servir de excusa a la negligencia. No obstante, habrá especialistas en la nueva palabreja, y pronto habra un master de "PROTOCOLIZACIÓN"
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