El desarrollo rural empieza a parecer un cajón de sastre en el que cabe todo y en el que todos caben.
Antiguamente estas cosas se llevaban desde las oficinas de extensión agraria, entendiendo que el desarrollo rural va paralelo a la agricultura y la ganadería. Esta es una idea que todavía hoy está muy asentada. Sólo basta ver programas de radio y televisión, que todavía no se han quitado los tópicos sobre los agricultores y ganaderos y que se asombran de que haya un joven agricultor conectado a internet.
Luego vinieron las concepciones de ordenación del territorio, por las que se entendía que había nuevos sectores económicos complementarios para desarrollar en el mundo rural. Para ello se trazaron novedosas iniciativas, pero que a fuerza de ser repetidas tantas veces algunas se han convertido en el paradigma del milagro rural para la gente que va a hacer algún estudio, recomendando a ajenos aquello que ellos mismos no son capaces de hacer. Mandan desde la ciudad que la gente que viva en el pueblo se dedique a fabricar quesos, miel y que acoga a los turistas en su casa.
También se descubrió que el mundo rural se puede desarrollar aplicando modelos de "desarrollo sostenible" e inmediatamente vienen a la cabeza personas que se dedican a cuidar el entorno natural. De tal manera que ahora es el entorno natural el que pilota el concepto de desarrollo sostenible.
Sabiendo que el desarrollo rural ha de ser necesariamente sostenible, socialmente aceptado y económicamente viable, son muchos los que impulsan o quieren impulsar este tipo de desarrollo, y que a veces entran en contradicciones consigo mismos.
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